Todas estas herramientas recogen la autopercepción de los participantes, y esto hace que las organizaciones a veces no lo consideren una evaluación deseable. Pero no olvidemos que no estamos hablando de conocimientos técnicos, los cuales o se saben o no se saben.
Partimos de la base, en la que los empleados poseen los conocimientos técnicos necesarios.
Y lo que hacemos es poner el foco en las demandas laborales: Cantidad de tareas, complejidad de estas, tiempo para completarlas, exigencia de resultados, recursos disponibles para abordar las tareas.
Y más concretamente en la percepción que tiene el emplead@ sobre sus capacidades para hacer frente a todas esas demandas.
“Así púes no se trata de medir la capacidad real que tengo para abordar una tarea, sino de la idea que tengo acerca de mi capacidad para enfrentarme a la tarea” J. A. Marina
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Esta “idea” tiene que ver con sentirse inspirado, esperanzado y capaz. Todas ellas emociones que proyectan nuestra mirada más allá de los problemas y enfocan nuestra energía en buscar soluciones de manera creativa y avanzar hacia un futuro mejor.
Y lo que se busca con las herramientas de medición es poder comprobar la mejora en la autopercepción de los empleados en su propia confianza, resistencia, optimismo, perseverancia, sentimiento de competencia, aplacamiento del estrés y la ansiedad, en las expectativas, en el compromiso y valores. Y su prevalencia en el tiempo, gracias al programa realizado.